domingo, 25 de mayo de 2008

El Violín, nuevo modelo del Cine Mexicano

Nuestro país es uno de los más diversos y complejos en el mundo. Las condiciones sociales en las que vivimos han dejado una marca, tanto en la memoria colectiva como en la misma historia. La representación de nuestra condición mexicana la hemos podido plasmar en el arte desde la época del muralismo hasta el nuevo cine mexicano. La lucha por la libertad, por la autonomía, por la tierra ha sido un tema recurrente en nuestra historia del arte y recientemente el director Francisco Vargas nos entrega un filme basado en estas premisas, El Violín.

El Violín fue estrenada en nuestro país a principios del año y probablemente ya se pueda alquilar en una tienda de videos. Es una obra que puede ser el reflejo de la realidad de cualquier parte de América Latina, en donde los estragos económicos y sociales han dejado un resentimiento en la población. A pesar de que esta película parezca una típica denuncia social, en las manos de Francisco Vargas, se transforma en un espacio tan real, tan cierto, que hay que tomarlo en cuenta.

El mensaje que nos quiere transmitir la película llega lenta y tranquilamente, así como la vida rural que rodea las grandes urbes mexicanas. La multiplicidad de tonos dentro de nuestra cultura es sustituida por una película en blanco y negro que, mediante la excelente fotografía del filme, nos transporta a la sierra de Guerrero, en medio de las actividades secretas de la guerrilla en esa zona. El director logra manejar varios personajes muy complejos de una manera efectiva y sencilla. Va desarrollando el carácter de los protagonistas gradualmente, siempre haciendo que el espectador tenga la facilidad tanto de comprender como de sorprenderse por las acciones de los actores.

Don Plutarco, interpretado por Ángel Tavira, es un viejo que, a pesar de sólo tener una mano, toca el violín. Junto con su hijo Genaro (Gerardo Taracena), que toca la guitarra, hacen un dueto para poder alimentar a la familia. Conforme avanza la trama nos vamos adentrando en la vida oculta de esta familia, ya que Genaro es parte movimiento guerrillero. Don Plutarco tiene conciencia de las actividades de su hijo y es hasta que el ejercito llega a quitarles su tierra y su casa, cuando el violinista debe de involucrarse con el Capitán del ejercito (Dagoberto Gama), para ayudar a su hijo y, a su vez, recuperar su violín.

La interpretación que hace Ángel Tavira de su personaje le valió el premio por mejor actor en el Festival de Cine de Cannes. La actuación de éste es tan natural que parecería que Ángel y Don Plutarco son la misma persona. No es difícil explicar esto, ya que la vida del actor es muy similar a la que lleva la interpretación. Vargas descubrió a Don Ángel en uno de sus viajes buscando locaciones para una de sus películas. En un pueblo, tocando un violín, con una sola mano.

El Violín no sólo nos presenta una crítica hacia el gobierno o hacia las condiciones sociales. La película no sólo se queda en el nivel de denuncia social, llega a niveles mucho más profundos dentro de nuestra conciencia colectiva. El desarrollo de la amistad entre Don Plutarco y el Capitán del ejército muestra el lado humano de las dos partes. Don Plutarco, comprendiendo que necesita del militar para ayudar a u hijo y recuperar su violín, llega a tocar a diario en lo que alguna vez fue su pueblo. El Capitán, comprendiendo la necesidad de Plutarco de su violín y del acercamiento a su tierra, duda de su deber cuando le dice al violinista: “Yo tampoco quisiera estar aquí, pero esas son mis órdenes.”

En mi opinión esta película es una de las mejores piezas que tratan temas sociales que se han hecho en el cine mexicano. No cae en el documentalismo, pero tampoco en la ficción. La naturalidad de la película, unida a una interpretación excelente de todos los actores logra hacer una obra de arte, manteniendo al espectador interesado en la lucha social y en la condición mexicana, sin obligar sentimientos de culpa o de desprecio. La objetividad del film sólo es alterado al inicio de la cinta, con una escena, que, a mi gusto, es un tanto innecesaria para la trama. Después de eso, se nos guía, con detalles muy específicos, al corazón de la guerrilla, de los personajes, siempre llegando más allá de la superficialidad, hasta el momento en que se acaba la música.

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