domingo, 21 de febrero de 2010

Desde mi cielo: El fracaso de Jackson


Peter Jackson ha sido uno de los directores de cine más icónicos de los últimos años. Si bien Jackson y su esposa Fran Walsh ya habían hecho una buena adaptación de El Señor de los Anillos, Desde mi cielo (The Lovely Bones), una adaptación de la novela homónima de Alice Sebold, es un proyecto que se le fue de las manos al director. En sí, es la dirección, no tanto la adaptación, lo que falla en el filme. Jackson confunde a la audiencia con demasiados trucos visuales y olvida la importancia de la actuación y de la tensión dramática.
En un principio, la película plantea una premisa interesante: la visión de una realidad, desde los ojos de una niña de 14 años. La narrativa del comienzo de la película plantea una clara elipsis, que a su vez funciona de leif motiv: el asesinato de la protagonista Susie Salmon (Saorise Ronan). Aún con algunos giros interesantes en la historia, probablemente similares a los del libro, la película se vuelve monótona y aburrida, hasta el punto en donde ya no importa la visión de Susie y ni siquiera si atraparán o no a su asesino George Harvey (Stanley Tucci). La narrativa de Jackson trata de emular a Las Alas del Deseo (Der Himmel über Berlin) de Win Wenders, en especial en lo referente al manejo de colores. El meta narrador omnisciente en Desde mi cielo, pierde el rumbo de su historia rápido, confundiendo al espectador y limitando el humanismo de la trama.
Las actuaciones de Saorise Ronan y Stanley Tucci tienen momentos lúcidos, pero ambas son inconsistentes y de momentos predecibles y planas. En cuanto a los demás actores, Mark Wahlberg, interpretando al padre de Susie, Jack; Rachel Weiz, como la madre, Abigail; y Susan Sarandon, como la abuela, Lynn, sus interpretaciones son interesantes, pero relegadas a planos demasiado secundarios para afectar a la historia. Mención especial merece el cameo de Sarandon en la película, el cual es innecesario, exagerado y, en general, inútil para la historia. Conforme avanza la trama, la actuación más relevante es la de Rose McIver, la hermana de Susie, interpretando a Lindsey Salmon. Incluso Tucci, nominado al Oscar, se ve limitado por la elección de narrativa de Jackson.
Para una película en donde la elípsis nos muestra el final desde el inicio, el trayecto es lo importante. Aún cuando la trama no es del todo aburrida, en general se pierde la tensión dramática por tantos cambios de puntos de vista narrativos y el sobre uso de recursos digitales. A pesar de ello, sí hay un punto en donde la visión de la pequeña Salmon deja de ser interesante, e incluso preferimos no escuchar su voz para que se resuelva el asesinato rápido.
Ya con un Oscar por mejor director, Jackson decidió tomar un proyecto muy ambicioso, similar a Más allá de los sueños (What dreams may come), de Vincent Ward. En ambos casos, adaptaciones de libros coloridos y con una clara influencia pictórica. De igual modo, ambos directores (casualmente de Neozelanda) no lograron superar la barrera de la literatura. Desde mi cielo no es una película que recomiende, ni desde el aspecto técnico, ni el narrativo. Como lo pensé dentro del cine, "cualquier director tiene una mala película y ésta es, sin duda, la peor de Jackson hasta el momento".

viernes, 12 de febrero de 2010

Violines en el cielo, nuevo referente a un Japón cambiante


El sorpresivo premio Oscar de Violines en el Cielo (Okuribito o Departures, en inglés) se debe, principalmente, a una historia simple pero emotiva, muy atractiva para los miembros de la academia. A pesar de ello, el guión, la narrativa y las actuaciones son una evolución del tradicional cine japonés.
El director, Yojiro Takita, tiene en su repertorio más de veinte películas y lo demuestra en su hábil manejo de las emociones humanas durante las casi 2 horas de duración del filme. Sin alejarse demasiado de la narrativa melosa de los romances japoneses, Takita logra llevar a la audiencia en una montaña rusa de sentimientos, empezando por la solemnidad, a la comedia, a un poco de aburrimiento (quizá no intencional), hasta llegar a las lágrimas de los más sensibles.
Aún cuando hay un dudoso uso de la elipsis narrativa durante la película, Violines en el cielo toca dos temas fundamentales de la cultura japonesa: la invasión de la modernidad a una cultura impermeable y la dualidad campo/ciudad. Ambas temáticas se exploran de manera un tanto minimalista en el stilo visual de la película, son mucho más explícitas observando el filme como un todo.
Por último, queda hacer una mención especial a la mancuerna de Mashiro Motoki (Daigo) y Ryoko Hirosue (Mika), ya que combinan, de excelente modo, una escuela de actuación de teatro Kabuki con la propuesta de actuación del cine de Hollywood.
Partidas, Departures o Violines en el cielo es una película que se tiene que ver, más como una alternativa (comercial, no de arte) a la industria de Hollywood. Su sencillez le hace posible a cualquier espectador relacionarse con la belleza del japón rural y, a aquellos con un corazón más sensible, con la historia de Daigo y su música (un leif motiv un poco débil).